Teresa misionera

El otro día conocí la historia de Teresa, una niña de 10 años que ha fallecido por un tumor cerebral y que su mayor preocupación meses antes de su muerte era simplemente llegar a ser misionera. 

Me impresiona que una niña con esa enfermedad y esos dolores no estuviera nerviosa porque lo que iba a pasar o por su familia o incluso quejándose del dolor. Solo quería ser misionera, que otros niños conocieran a Jesús, porque ella había entendido que esa era la verdadera felicidad. Y cuando por fin consiguió ser misionera -el vicario de Madrid realizó su nombramiento oficial- era su tema favorito de conversación. No hablaba de su enfermedad, hablaba de su nueva misión.

Esto me ha hecho darme cuenta una vez más de aquello que el Señor nos dice en los Evangelios: «Si no sois como niños, no entraréis en el reino de los Cielos». En numerosas ocasiones nos agobiamos, perdemos la paz en la búsqueda de la santidad, nos ahogamos con los afanes de la vida como dice la parábola del sembrador, cuando lo único que importa es amar al Señor, cumplir sus mandamientos y abandonar nuestras fuerzas en Él.

Todos estos niños, como Manuel Foderá, Alexia -o tantos otros ejemplos que te animo a que conozcas- nos llevan la delantera y nos interpelan a dejar de mirarnos a nosotros mismos y comenzar a buscar el Reino de Dios, lo demás ya se nos dará por añadidura.

Fíjate en Teresa. ¿No sería justo que se quejara de sus dolores, que se preguntara el sentido de su enfermedad, o que buscara la compasión de sus allegados? Y sin embargo su preocupación es otra, quiere ser misionera, es decir, sale de si misma de tal manera que solo le importa Jesús y las almas.

¿Por qué nos quejamos tanto? ¿Por qué no dejamos de mirarnos a nosotros mismos y alzamos la mirada hacia lo que el Señor necesita y otras almas nos reclaman? Simplemente por el hecho de tener fe somos ya unos afortunados. La queja es desprecio a la voluntad de Dios. ¿No es Dios nuestro Padre, el cual quiere nuestro bien mejor que nosotros?

Teresa murió inmensamente feliz, porque supo entender que la vida es un regalo, y que la vida que no se entrega se pudre. Desgraciadamente muchos de nosotros en ocasiones olemos a podrido.

Busquemos en todo la unión con el Señor, también en el momento de la cruz, del sufrimiento, del no entender nada. Asociémonos a Él que tanto sufrió por nosotros y, como Teresa, ofrezcámoslo todo por la salvación de las almas. 

Puedes leer la historia de Teresa aquí:

 https://www.aciprensa.com/noticias/teresita-ya-descansa-en-paz-esta-misionera-de-10-anos-conmueve-a-espana-30637

https://alfayomega.es/teresita-la-nina-que-solo-queria-dar-a-conocer-a-jesus-desde-su-cama-en-el-hospital/


Beatriz y hna. María Fra

Me llamo Beatriz. Soy enfermera y pertenezco al Hogar de la Madre de la Juventud. Hace unos años, participé en un viaje misionero a Ecuador en el que me di cuenta de la importancia de la presencia real de Cristo en mi vida. Yo había sido siempre católica, pero estaba más centrada en mí misma que en Dios. Caí en la cuenta de que una vida que no se entrega, se pudre y de que viviendo para mí y en mi superficialidad, perdía lo que Dios me había dado hasta ahora. Ver que el Señor me había estado acompañando siempre, que me amaba y que sufría por mi falta de fidelidad, cambió radicalmente mi vida. Me empujó a querer ir al Cielo dejando la superficialidad, luchando cada día por ser santa y llevando a los demás el tesoro tan grande que un día encontré. Por ello, intento compartir la alegría de la fe con todos, especialmente con los jóvenes, y un medio para ello es a través de este blog. ¡Rezad por mí!