¿Cómo sé si tengo vocación?

La verdad es que esta no es la pregunta que realmente importa más. La verdadera cuestión que deberías preguntarte a ti mismo es: ¿Cuál es mi vocación?

Verás, todo el mundo tiene vocación a algo, porque Dios tiene un plan para cada persona. Todo cristiano tiene la vocación común a la santidad, es decir, a encontrar a Dios y seguir a Jesucristo mediante una imitación de Él cada vez mayor.  Algunas vocaciones son más exigentes y, quizás, al requerir un compromiso más grande, puedas sentirte más atraído a ello, incluso aunque te asuste un poco.

Pero lo importante no es lo que tú consideres como la “mejor” vocación, o si te parece difícil o fácil. Más bien,  pregúntate a ti mismo: ¿Qué quiere Dios de mí? Al fin y al cabo, la mejor vocación es la que Dios quiere para ti. Normalmente, uno no tiene certeza de su vocación hasta que ha dado ya pasos en la fe respondiendo a lo que Dios le va pidiendo.

Solamente cuando comienzas a dar pasos en la generosidad, Dios ilumina el siguiente paso de forma gradual, haciendo que tu alma esté más segura.  Esto funciona tanto para aquellos que descubren que están llamados a la vida religiosa como para los que están llamados al matrimonio. Solo tras un periodo de serio de discernimiento, cuando ya has dado el salto al compromiso a través del noviazgo o del discernimiento con una comunidad religiosa o el seminario, por ejemplo, puedes ser capaz de ver con mayor claridad, si ese es o no tu camino.