Imagínate que quieres ser un jugador de fútbol profesional. Una vez que tienes esto en mente, ¿qué haces para conseguir tal meta? Levantar pesas, llevar una alimentación equilibrada, entrenar y estudiar las estrategias del juego. Todo esto está muy relacionado con la virtud del orden. El orden es la virtud que nos ayuda a colocar cada cosa en su sitio. Pero no se puede limitar esta virtud a las cosas exteriores. Para vivirla, es necesario empezar por tener todo en orden a nivel interior, incluyendo tus ideas y tus valores.
Para un momento y piensa: ¿Cuáles son los principales criterios e ideas que tú valoras en la vida? Si estás bautizado, entonces eres hijo de Dios, y este hecho es tan grande que debería determinar tu forma de vivir. Luego, si eres hijo de Dios, deberías hacer lo que Dios manda. Sabemos que Él nos pide que cumplamos los 10 mandamientos, que quiere que amemos y seamos santos... y podríamos seguir escribiendo una lista. Es necesario que pongamos orden en nuestras vidas de manera que estos valores tengan la mayor prioridad. Antes de la llamada a ser intelectuales, atletas, estudiantes, mecánicos... o a ejercer cualquier otra ocupación, está la llamada a la santidad.
Una vez que hayas establecido el orden de prioridades espirituales, ¿qué más tienes que hacer? Reflexionar sobre la llamada específica que Dios te hace a ti. Él tiene un plan para cada uno de nosotros, diseñado exclusivamente para cada persona. Una vez que sepas cuál es el tuyo, preguntándoselo en la oración, entonces puedes empezar a trabajar para que se pueda cumplir en tu vida.
Es posible que, en este momento, estés llamado a ser estudiante universitario. ¿Qué es lo que eso requiere por tu parte? Como estudiante, tu deber es ir a clase y atender durante las lecciones, no entretenerte hablando en clase con los amigos (esto sería un desorden, pues no es ni el sitio ni el momento adecuado para ello). Y no solamente ir a clase, sino también dedicar el tiempo necesario a la lectura, a los deberes y al estudio. Es importante cumplir con estas tareas y obligaciones de nuestro estado de vida, pero siempre tienen que estar pospuestas a las exigencias espirituales.
Dedica tiempo a reflexionar sobre quién eres, para qué has sido creado, a qué estás llamado. Una vez que pongamos en orden nuestras ideas y valores, entonces podremos organizar nuestras tareas, nuestras obras, nuestras actitudes, nuestro tiempo... de forma que podamos vivir bien nuestra vocación.
Pregúntate a ti mismo: ¿Quién soy? ¿Para qué he sido creado? Mi manera de vivir, ¿me está ayudando a convertirme en la persona que estoy llamado ser?