Jesús resucitado encomendó a los Apóstoles el perdón de los pecados: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados. A quienes se los retengáis les quedan retenidos“ (Jn. 20, 22-23). Por eso, los católicos nos confesamos para seguir el medio que el Hijo de Dios ha establecido para garantizar el perdón de los pecados. Solo la Iglesia católica tiene la plenitud de los medios de salvación entre los que están los sacramentos. La confesión sacramental no solo perdona los pecados (siempre que se realice sinceramente, con arrepentimiento y con el propósito de convertir nuestra vida), sino que también da la gracia de Dios que nos cura de las heridas que nos hemos hecho a nosotros mismos pecando y nos previene de caer en nuevos pecados.
También es necesaria la reconciliación con la Iglesia y esta se pone de manifiesto por la mediación del sacerdote, que ocupa el lugar de Cristo.
Sobre la cuestión de un protestante que pide perdón directamente a Dios, no podemos tener certeza de que sus pecados estén perdonados. Todo dependerá de la intensidad de su contrición y de su deseo sincero de cambiar de vida. De cualquier modo, cada uno será juzgado ante Dios según el grado de conocimiento que tenga. Dios juzgará a un protestante según el grado de conocimiento sobre la fe que haya tenido, y teniendo en cuenta si de forma voluntaria ha rechazado la verdad completa que Jesús ha confiado a la Iglesia católica.
Puede haber un protestante que con pureza de intención pida perdón a Dios de sus pecados con una contrición sincera y alcance ese perdón, pero no se puede tener certeza de haberlo alcanzado. Sí tenemos esa certeza con el sacramento de la confesión cuando se recibe con corazón sincero.
Pero un católico que conoce los sacramentos que Jesús ha instituido, no puede sin culpa suya, querer olvidar esos canales ordinarios de gracia que Dios nos ha dado. Un católico que haya recibido buena formación tiene mayor responsabilidad ante Dios, porque “al que mucho se le dio, mucho se le exigirá“. Por eso, alguien que tiene la plenitud de la verdad no puede pretender usar para su salvación los medios extraordinarios que Dios usa para salvar a las personas que, sin culpa suya, no han tenido acceso a esa plenitud de los medios de salvación.
Respuesta dada por el Padre Félix López, S.H.M.