Abandonarse en Dios

El inicio y el fin de un camino de santificación consiste en el abandono constante a la voluntad de Dios: “Hágase tu voluntad”, “A tus manos encomiendo mi espíritu”. Este es un acto de misericordia para contigo mismo, pues te permite descansar.

El sabor de la impotencia es amargo, pero muy necesario si quieres adentrarte en el abandono en Dios. Tú no te puedes abandonar si no te sabes necesitado. El hecho de paladear continuamente la impotencia, el fracaso, las debilidades y continuas caídas, no es más que un medio por el cual Dios se hace presente para llegar a ti. “Sin mí no podéis hacer nada”; esta es una verdad que tenemos que experimentar en nuestra vida para poder asimilarla. 

No existe un método o una fórmula para soltar las cosas que nos logran preocupar o inquietar interiormente, y así poder confiar. ¡No! Más bien es una lucha constante de no dejarse arrastrar hacia abajo y pedir a Dios con humildad su misericordia, su ayuda: “Tú que conoces el desierto, dame tu mano y ven conmigo”.

Hay que tener una santa paciencia, no solo con los demás, sino con uno mismo, sin dejar que esto te afloje. Puedes caer continuamente en lo mismo, la lucha se hacer fatigosa y llevarte a la tristeza, al enojo o desprecio de ti mismo, pero, justamente, esos momentos son un tesoro para invocar el nombre de Dios, que es quien santifica las cosas es su Espíritu Santo y no nuestro gran ímpetu de conseguir algo. Esto no quiere decir que dejes de luchar, más bien es un acto continuo de lucha por abandonarte en Dios.

La oración, los sacramentos y la dirección espiritual son faros fijos de luz en situaciones de tempestad y son medios inmediatos por los que Dios te transmite la gracia para afrontar tus luchas con paz, serenidad, fortaleza, sencillez… ¡Te puede dar esto y más!, porque solo necesita un corazón abierto para poderse derramar.

Conquistamos el corazón de Dios cuando nos abandonamos a su providencia, a su cuidado amoroso, porque es un acto de humildad, y esta es una virtud que enamora al Señor. Gracias a ella reconocemos que todo viene de Él. ¿Quiénes son los profetas, sino personas que supieron llegar al corazón de Dios, porque su voluntad estaba unida a la de Él y por eso podían obtener todo de Él?

Entonces, no te líes y ve a lo esencial, a lo importante. No te quedes mirando lo que te falta o las posibilidades o fantasías que a veces nos inventamos. Abandónate en Dios, porque su gracia no depende del tiempo o del espacio; Él siempre la da en cualquier situación en la que estés.

-Ana Belén Parrales