Cambio de planes

Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas.

«Jesús le respondió: "Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde"» (Jn. 13, 7).

“Si Dios cambia tu corazón, debes estar dispuesto a que cambie tus planes”.

Al mirar la vida de los santos, recordamos una de las lecciones más grandes de la vida: los planes que Dios tiene para ti son más grandes que los planes que tú tienes para ti. San Ignacio de Loyola fue uno de los santos que tuvo que aprender está lección de la forma difícil. Creció en una infancia y adolescencia normal entre los nobles españoles, rodeado de riquezas y vanidades, y optó por la vida militar. Sin vacilar, él hizo planes para ascender por las filas militares, casarse y establecerse en medio de otra nobleza, teniendo una vida prestigiosa y cómoda. Y todo eso parecía ir bien… hasta que fue herido gravemente por una bala de cañón y se vio forzado a estar en cama un año. Dios parecía tener planes muy distintos, pero muy grandes, para Ignacio.

A través de varios libros que leyó, empezó a operarse en él una profunda conversión interior que no solo cambió su panorama de vida, sino que también encendió un deseo diferente en su corazón que le urgía a modelar su vida según la de Jesucristo, a imitación de los santos. Esto le llevó a dar un salto en la fe: renunció a sus posesiones, fue en peregrinación a Tierra Santa y empezó a atraer seguidores, hasta que después fundó la Compañía de Jesús, una comunidad religiosa que cuenta con tal cantidad de santos que no hay días suficientes en el año para celebrar sus fiestas.

¿Y qué tiene que ver todo esto conmigo? El ejemplo de San Ignacio -aunque hay otros muchos ejemplos que podríamos usar- nos ayuda simplemente a recordar que más que elegir nuestra vocación la descubrimos. Lo que nos queda a nosotros es la decisión  de acogerla o, mejor aún, abrazarla con generosidad. Es algo divino, no humano; es iniciativa de Dios, no nuestra. Todos estamos bajo la sombrilla de la providencia de Dios, que tiene un plan específico, un diseño concreto para cada uno de nosotros, que solo nosotros podemos cumplir, pero que somos libres de aceptar o no. San Ignacio pudo haber dicho perfectamente  que no a todas las cosas que iba experimentando en su corazón, porque no iban en concordancia con los planes que él ya tenía. Al principio no sentía nada de atracción por la idea de la vida religiosa, estaba más preocupado por su carrera militar y por encontrar el amor de su vida.

Puedes entregar tu vida a Dios de miles de formas, pero lo importante es preguntarle que es lo que Él quiere, ir donde Él ha pensado que tienes que ir, y hacer lo que Él tiene en mente para ti. Es el lugar, el rol que te corresponde y que nadie más puede cubrir. En otras palabras, si la vida fuese una obra de teatro, no tendrías ningún suplente que puediera tomar tu lugar. El espectáculo debe continuar sin ti…, pero ya no será el mismo que el director tenía en mente, y si intentas ponerte otro disfraz y representar a otro personaje, no será lo mismo y, de alguna manera, tu felicidad depende de ello.

Es por esto por lo que tienes que discernir cuál es tu camino y tomar la decisión  en presencia de Dios. Es perfectamente entendible que las decisiones importantes de la vida tomen su tiempo y conlleven riesgos, pero no podemos dejarnos vencer por el miedo, porque el miedo nos paraliza y puede ser contraproducente.

Incluso algunos grandes santos en la historia tuvieron que buscar y cometieron errores al principio. Santo Tomás Moro, por ejemplo, pensó que estaba llamado a ser cartujo y vivió con los cartujos durante cuatro años, hasta que finalmente entendió que ese no era su sitio. Luego pensó en convertirse en franciscano, pero con el tiempo comprendió que no era eso lo que Dios quería para Él. Al final, llegó a la conclusión  de que Dios le estaba llamando a luchar por la santidad en medio del mundo, en el matrimonio, y trabajar en el mundo, algo muy distinto a lo que él tenía pensado desde el principio. Si él no hubiese estado abierto a que Dios cambiase sus planes personales, probablemente hoy no tendríamos el gran ejemplo que nos dejó al defender la verdad y la santidad del matrimonio incluso con su vida. Y como él hay muchísimos más ejemplos.

Entregarte a Dios quizás pudiera significar dejar tu país e ir a uno distinto, como los misioneros. Los misioneros son pocos. Sea cual sea la vocación que tengas, lo que Dios nos pide es que dejemos nuestras comodidades, nuestros egoísmos y nos lancemos a cumplir su santa voluntad. Dios tiene muchos caminos y la Iglesia nos necesita a todos. Cada uno debe encontrar el suyo. Debemos estar dispuestos a aceptar que el camino que tenemos en mente quizás no es el mismo que Dios ha pensado para nosotros. Y esta actitud no sirve solo para el discernimiento vocacional, sino que es una disposición que deberíamos tener siempre. 

¿Y quién mejor para orientarnos que la Santísima Virgen María? Su vida estuvo marcada por una total apertura a Dios, aunque en muchas ocasiones esto implicaba un radical cambio de planes. Mirándola a ella, podemos encontrar el valor para ser generosos con Dios, para no temer, para arriesgarlo todo, confiando en su bondad. 

Comprométete con Dios, al precio que sea, y descubrirás que la vida no es aburrida, sino que está llena de sorpresas.