No tuve el privilegio de conocer personalmente al P. Henry, pero lo había visto por ahí cuando estuve en España. Su repentina muerte hace dos años fue, por supuesto, un shock, pero sé por experiencia que sigue trabajando en el cielo. Tardé un poco en ver el documental, pero cuando lo hice, ¡chicos, me quedé impresionada! Los que no lo hayan visto, que no dejen pasar el día de hoy sin verlo.
Una cosa que me impactó como ninguna otra fue la cara del P. Henry durante la Consagración, o en cualquier momento de la grabación cuando estaba ante la Eucaristía. Algunas de las personas entrevistadas decían que su rostro cambiaba en esos momentos. Eso está muy bien, pero cuando ves el vídeo, cuando lo ves por ti mismo, hay tanto en esa mirada que no se puede explicar con palabras. Definitivamente puedes decir por su cara que estaba locamente enamorado de Jesús en la Eucaristía. Es una mirada diferente a la que he visto antes: está llena de amor intenso, humildad, sencillez (y la lista podría continuar). Hay algo de otro mundo en su rostro, es como si pudieras ver el cielo a través de él. No sé cómo explicarlo, pero fue realmente increíble. Me impactó mucho.
En los tiempos en los que vivimos, ver a un sacerdote tan lleno de amor es un espectáculo alentador. Tanto que me encendió de nuevo, recordándome que hay tanta belleza que me estoy perdiendo cuando miro de reojo las cosas de Dios. Vale la pena dedicarse al servicio de Dios, y el P. Henry lo hizo hasta el final. Ver la vida del P. Henry me hace desear la santidad y todo lo que se expresaba en su rostro durante sus momentos frente a la Eucaristía. Quiero lo que él tenía: FUEGO.
Creo que vale la pena mencionar, como última palabra: que es una cosa sorprendente, pero he notado tanto en el caso de la Hna. Clare como del P. Henry, que estaban preparados para la muerte. Sus últimos días en la tierra fueron una aceleración hacia su meta final, los últimos meses completamente entregados como auto donación a y para los demás. Me parece que habían alcanzado la santidad que se les pedía, habían llegado a un punto en el que le daban todo a Dios, y terminaron entregándole sus vidas. Realmente no hay tiempo que perder: AHORA es el momento de entregarse a Jesús, a través de María, y decidir vivir (y morir) plenamente por ellos. Como dijo el P. Henry: «Este es un buen momento para pensar en el poco tiempo que tenemos para hacer la voluntad de Dios. No debemos desperdiciarlo».
P. Henry, regálanos tu amor a la Virgen y tu fe en la Eucaristía.
- Aoibheann Feeney, HMJ Irlanda