Un liderazgo de reyes

Es muy común tener en nuestras cabecitas, la idea de un rey como esa persona poderosa, con una corona de oro, un bastón con una esfera en lo más alto de este, una buena capa roja, una voz grave y un dedo índice que dicta normas. 

Todos hemos deseado alguna vez ser reyes, más que por la labor de serlo, por la imagen que tenemos de ellos. En este contexto, mi abuelo bien me decía: «Vives como un rey». Pero… ¿Qué es lo que hace verdaderamente ser rey?

Lo que hace ser rey, según la definición de la maravillosa RAE, es que debe destacar entre los demás y ha de ser el representante máximo. 

Ni Ramses II, ni Constantino I, ni siquiera, la poderosísima reina de Inglaterra, Isabel II, cumplen dicha definición. En lo único que destacaban estos y todos los demás era seguramente, en su riqueza material, que habían obtenido por su título, de forma que ni eso era suyo.

En cambio, Cristo rompe toda esta idea que tenemos de rey y cumple con esta definición a rajatabla. Nació pobre y murió pobre, sin riquezas, sin castillos, incluso sin capa. Lo único en lo que se asemeja a nuestra idea es en la corona, y además la suya era de espinas…

Pero, ¿qué rey es este? Pues uno que sirve a los demás como si fueran sus hermanos pequeños, que enseña con humildad, y recuerda las leyes verdaderas. Es un rey que ama con locura, que es firme cuando tiene que serlo, y que sigue la voluntad de Dios hasta la muerte. Es un rey que ha salvado a la humanidad muriendo en una cruz. 

Impresionante ¿no? A mí me representa, ¿a ti no? ¡Háztelo mirar!

- Ya, eso está muy bien pero… Es agua pasada, hay que modernizarse, está pasado de moda, ya no se lleva. Además, ¿no has dicho que murió?

- Mira, Cristo murió y resucitó, y está igual de presente ahora que en su vida corpórea. 

-Sí, está por ahí, pero no lo puedo ver, tocar, sentir…

-¿Cómo que no? Acércate a la Santa Misa, ya sea en la parroquia del pueblo o en la ermita prerrománica de no sé qué, eso da igual. Lo importante es que ahí, en esa cajita que está iluminada con velas y todo muy bonito, está escondido Cristo en cuerpo, alma, sangre y divinidad, y está a tu disposición. Con tan solo una buena confesión con el sacerdote, puedes recibirle en la comunión. Piénsalo, el Rey de reyes en ti. 

¿Qué más quieres? ¡Hazlo!

 


Javier Samino

Me llamo Javier Samino, soy de Toledo y soy un joven entusiasta del Hogar de la Madre. Nací en una familia católica de “mucho cuidao”, soy la cuarta “pieza” de seis hermanos. La verdad es que “mola mogollón” poder disfrutar tanto con ellos.
Desde que nací, Nuestra Madre me ha ido guiando y, aunque yo no quisiera hacer caso, siempre tenía a mis padres ahí, para darme un par de «collejas» y así espabilar un poco.
Gracias al esfuerzo suyo y a la misericordia de Dios, siempre que he tropezado –que no han sido pocas veces – he tenido un motivo para levantarme, y como soy un “debilucho” y solo no puedo, pues ya se anticipaba mi Mami, la Virgen, para sacarme adelante; y aquí seguimos en la lucha, gracias a Ella.