¿Sabes lo que es un camaleón? ¿Y un fásmido o más conocido como bicho palo? Ambos son dos seres vivos capaces de mimetizarse con el entorno que les rodea para que su depredador no les ataque.
Nosotros también podemos ser un bicho palo, pero de una manera poco inteligente, poco cristiana. No hablo de que te pongas la ropa del color del sofá de tu casa para que tu madre no te regañe por ser un perezoso, no. Te hablo de algo mucho más importante: tu vida de gracia, tu pasaporte al Cielo.
Vivimos en el mundo pero no somos del mundo. Esto significa que si sigues a Cristo debes aceptar ser un interrogante para los demás, alguien diferente. Muchas veces ese «llamar la atención» implicará sufrimiento, pues a nadie le gusta que le etiqueten, que le dejen solo… Pero recuerda que hay Alguien que por ti sufrió hasta la muerte y una muerte de cruz.
Te mimetizas en el mundo cuando aceptas cierta música, ambientes, amistades, series, conversaciones… Te vas llenando de sus criterios y apartándote progresivamente de Dios.
No basta con ser majo, ir a Misa los domingos, rezar por las noches, etc., si luego, a la hora de la verdad, no demuestras tu fe.
Se trata de vivir coherentemente, como Cristo vivió; por eso dijo: «A quien se declare por mí ante los hombres yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10, 32).
Este mimetismo también lo usa el demonio para engañarnos haciéndonos pensar que seremos más fructíferos en nuestro apostolado si diluimos nuestra fe, si la presentamos como un mix: DIOS + MUNDO, para que los demás no se escandalicen y se sientan atraídos. No te dejes engañar por esta idea. Tú eres joven, y sabes mejor que nadie que la radicalidad atrae, engancha y da fundamento y bases ciertas a tu vida. Es imposible vivir tus ideas y tu manera de actuar coherentemente si estas no están basadas en la verdad, que es Dios mismo.
Si has tenido esa experiencia, ¿por qué esconderte? Quizá tú eres la única persona cristiana que las personas que tienes a tu alrededor van a ver durante toda su vida. Quizá tú eres el único que pueda decirles las cosas tal cual son, demostrándoles que tu único interés es la salvación de sus almas.
Todos los santos han sufrido y sufren estas pequeñas espinitas que provienen de abrazar el mismo madero de la Cruz: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga» (Mc 8, 34). Es el único lugar en el que encuentras a Jesús. Así, cuando te presentes delante del Padre con las manos muy llenas podrá decirte: «Ven a mí, te estaba esperando».
- Ana Pérez