Como diría un sacerdote amigo: Un poema mediocre para un Dios superlativo.
De la Estrella
De la Estrella una luz ha nacido,
esa luz, Luz del mundo será.
La Luz hecha carne en un niño,
ha nacido en un pobre portal.
José, esas manos que miras
son indignas de tanto llevar,
son manos que el Cielo ha elegido
y a todo un Dios darán pan.
Alimentarán al que alimentaría,
con su carne a toda nación,
su Cuerpo será Eucaristía,
hecho culpable será salvación.
Yo quiero ser tuyo, mi Niño,
divertirte, ese es mi afán,
y cuando en la oscura noche me arrojes,
mi paz será tu voluntad.
Si el cansancio tus ojos vence,
ven a mí a reposar.
Mi vida, mi pecho abierto,
para Ti dulce cuna serán.
Que mi pobre alma tu cuerpo cubra,
te guarde de tanta maldad,
quiero ser tu mártir, mi Cristo,
mártir de tanta Bondad.
Como el Cielo la tierra tocó,
Tú a mí te abajarás,
que tu carne a mi carne se una,
que mi nada deje paso a tu obrar.
Adoremos en silencio al Niño,
que se haga tranquilidad,
cese el agitarse del hombre,
las penas trocadas en paz.
María, la Llena de Gracia,
por tus ruegos Dios quiso posar,
entre nosotros a su Hijo Divino
y en tus manos le quiero entregar,
el regalo de un pobre que dice,
dice que quiere amar,
quiere que su fuerza sea Cristo,
su amor la Estrella del Mar.
De esa Estrella una luz ha nacido,
esa luz, Luz del mundo será.
¡Alegría! El Señor ha mirado,
ha mirado a la humanidad.