Hace unos artículos abordamos muy brevemente la forma en que el mundo se contemplaba de manera sacramental. Sé que puede sonar abstracto, pero en realidad pretendemos subrayar la importancia del mundo que nos rodea. Hemos dicho que un sacramento es un signo visible de una realidad invisible. Hace visible algo invisible. Dios es puro espíritu y, por tanto, invisible. Pero antes el hombre comprendía que Dios se hace visible a través de su creación. Por eso los filósofos griegos buscaban a Dios a través de los elementos básicos de la creación. El hombre era mucho más sensible a la profunda relación que existe entre el Creador y la creación. Como Creador, Dios, en cierto sentido, "deja sus huellas" en la arcilla de su creación. El orden y la belleza que se encuentran en el mundo creado apuntan a la Mente Divina que le dio tal belleza y orden. El hombre, dotado de inteligencia, es capaz de leer el significado incorporado a la creación y descubrir el designio de las cosas creadas.
Así pues, ahora que hemos desmontado las mentiras que subyacen a la revolución sexual, la tarea que se nos plantea es descubrir el significado inherente de la sexualidad humana. Inherente significa que no habrá necesidad de imponer una ideología para comprender en qué consiste la sexualidad humana: simplemente debemos permitir que se descubra la verdad. Esta es la misma tarea que asumió San Juan Pablo II. Como joven sacerdote, Wojtyla trabajó muy estrechamente con matrimonios y adultos jóvenes. Quería ayudarles a descubrir el verdadero significado de la sexualidad humana. Una vez dijo en una entrevista que "como joven sacerdote aprendí a amar el amor humano". Tenía un verdadero corazón para trabajar con jóvenes y parejas jóvenes. Decía que "es necesario preparar a los jóvenes para el matrimonio, es necesario enseñarles el amor. El amor no es algo que se aprenda y, sin embargo, ¡no hay nada más importante que aprender!".
San Juan Pablo II quería dedicarse al amor y tenía una extraordinaria sensibilidad hacia la experiencia humana. Esto se debió en parte a lo que sufrió de niño cuando perdió a su madre, pero también a la gran agitación presente en Polonia mientras crecía. Había experimentado la vida con mucha fuerza. Como estudiante, conoció más tarde la fenomenología: una rama de la filosofía, o quizá una forma de hacer filosofía, que basa su investigación en la experiencia de la propia realidad. ¿Qué nos enseña la realidad sobre sí misma si estamos abiertos a ella? Todas estas cosas, junto con una vida de oración muy profunda, le ayudaron a ser capaz de leer con mucha precisión el significado de la sexualidad humana. Era filósofo y teólogo, pero estudiaba de rodillas. Se abrió a la dirección del Espíritu Santo y buscó respuestas enraizadas en las Escrituras.
Juan Pablo II también era muy consciente de la naturaleza caída del hombre. El verdadero significado de la sexualidad puede verse a menudo empañado por el egoísmo y la lujuria. El quebrantamiento puede cegarnos y hacernos pensar en la sexualidad como algo sucio, algo que hay que despreciar. Pero él estaba decidido a no dejar que el pecado estropeara la belleza que había descubierto en el plan original de Dios. Wojtyla vio cómo en el evangelio de Mateo, al ser preguntado por la moral sexual -específicamente por el divorcio- Jesús responde que fue debido a la dureza de corazón por lo que Moisés había permitido que la gente se divorciara. El mismo Jesús reconoce que el pecado había cambiado la manera de entender la sexualidad de los hombres: la dureza de corazón les había impedido saber descubrir ese significado inherente. Jesús dirige entonces nuestra mirada hacia donde se puede redescubrir el sentido de la sexualidad humana: la experiencia del hombre antes de ser contaminado por el pecado. "¿No habéis leído -responde- que al principio el Creador 'los hizo varón y mujer', y dijo: 'Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne'? Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (Mt 19, 4-6).
Guiado por Cristo, Wojtyla se dirigió después al libro del Génesis, nuestro único contacto con la humanidad antes de la Caída, para explorar la experiencia de Adán y Eva. Analizó la primera experiencia de Adán de la creación, de sí mismo, de su relación con Dios y de su relación con Eva. Wojtyla encontró en los primeros capítulos del Génesis un plano de la sexualidad humana. Descubrió en el plan original de Dios para la sexualidad humana toda la belleza que tanto le había atraído en su trabajo con los jóvenes y estaba decidido a compartir su descubrimiento con toda la Iglesia. Los próximos artículos, aunque basados en la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II, no pretenden ser una explicación exhaustiva de todo lo que enseñó. Pero esperamos que sean suficientes para descubrir el aspecto sacramental de la sexualidad humana y la belleza de su significado inherente.
-Hna. Miriam Loveland, SHM