Érase una vez un hombre que se estaba ahogando en medio del mar, y pidió ayuda a Dios. En ese mismo instante pasó a su lado un barco que le ofreció un rescate, pero él respondió: «No gracias, estoy esperando a que Dios me auxilie», y el barco se fue. Después de una hora, voló por encima suyo un helicóptero que le lanzó una cuerda para salvarlo. Sin embargo, el hombre les gritó: «¡No gracias, estoy esperando a que Dios me auxilie!». Y en fin…, adelanto que no es el típico cuento que termina «y vivieron felices y comieron perdices», sino que este hombre murió, y se presentó delante de Dios increpándole muy enfadado: «Te he pedido ayuda para no ahogarme y no me has hecho caso». Entonces Dios lo miró y le contestó: «Te he mandado un barco y un helicóptero, ¿te parece poco?».
Y es que somos así: el Señor nos ha dado algo mejor que un barco y un helicóptero como medio para salvarnos, a su Madre, ¡y no la hacemos ni caso!
Muchos dicen que su apóstol favorito es San Pedro o San Mateo. No sé cual será el vuestro (si es que lo tenéis), lo que sí está claro es que el más listo fue San Juan, ¿por qué? Porque no se despegó de la Virgen.
A lo mejor os podéis estar preguntando: ¿y cómo actúa Nuestra Madre como medio de salvación? Os pondré un ejemplo: Imaginaos que sois un vaso muy sucio, con todo tipo de guarrería dentro -no recomiendo imaginárselo mientras uno está comiendo-, y de repente se le echa a este vaso agua limpia, ¿qué va a pasar? Que el agua inmediatamente se va a ensuciar y eso… no hay quien se lo beba.
Pues así somos nosotros, estamos muy manchados por nuestros pecados, por nuestro amor propio, por nuestro egoísmo, vanidad, impureza, pereza… (como ese vaso sucio), y las gracias/regalos que Dios nos da (sería el agua limpia), en cuanto entran en contacto con nosotros los manchamos y llenamos de nuestra propia porquería, de nuestro pecado, y luego eso es lo que damos a Dios, eso que le hemos manchado… ¿qué pena no? Pues tengo buenas noticias: hay una solución cien por cien eficaz, darnos a María.
María es «el vaso digno de honor», es decir, su vaso está más limpio «que los chorros del oro». Entonces Ella cogerá tu vaso, te lo limpiará y se lo dará bien limpito a su Hijo, y a Jesús le encantará por dos razones: primero, porque se lo ha dado su Madre y, segundo, porque está limpio.
Por esto te animo a que aproveches especialmente este mes de mayo para unirte a María, de tal forma, que Ella saque de ti lo mejor que tienes porque, ¿quién crees que educó a los santos sino Ella?
Hay algunos que dicen que acercarse a la Virgen nos aleja de Jesús. Bien, pues hay un argumento que tira esta teoría a los suelos: Jesús en su vida oculta estuvo treinta años sometido a la obediencia de María porque así daba mucha más gloria a Dios que si durante esos años hubiera estado haciendo predicaciones y milagros.
Por todo esto, si yo quiero acercarme a Jesús tendré que imitarle, ¿y qué mejor modo que obedeciendo a su Madre como Él hizo?
Pidamos pues a María que nos enseñe a amar a Jesús tanto como Ella le ama.